El presentismo, personalismo y satisfacción de la cultura posmoderna, posestructuralistas o los hijos del giro linguístico han cambiado la escala de valores para adecuarla al individuo, que ya no tiene deber ni vínculo con nada ni nadie, persiguiendo solo aquello que nos evite el esfuerzo o el sufrimiento, ¿para qué cansarnos? ¿qué objeto tiene?
Primero está la autorrealización personal, y luego cumplir
con la especie. Somos animales, y como cualquier otro debemos hacer en la vida
varias cosas: una es reproducirnos, otra es asegurar una vida posible para
nuestros descendientes; es decir, la eutaxia de la humanidad.
El núcleo de esta convicción se encuentra en el hecho de
que, en el fondo, hagamos lo que hagamos (o casi), no vamos a tener una pena,
un pago, una consecuencia. Nunca pasa nada, y por ello seguimos a lo nuestro.
Si las leyes nos condenan, pues las cambiaremos y listo. El mal es un concepto,
el amor otro, el disfrute y el sacrificio, tres cuartos de lo mismo (expresión
matemático-tendera de gran éxito). Todo es valorable, no objetivo.
Amigo Derrida, cualquier palabra no se pierde en el
diccionario en una búsqueda infinita, tiene un significado concreto y singular que
se encadena con el resto del cosmos, que no es lo mismo. Por cierto, todo lo
que es dialéctico, ambivalente existe en el reino de los adjetivos, es decir,
de lo subjetivo. Ningún sustantivo (lo objetivo) tiene opuesto o contrario, que
yo sepa, y por eso solo hay logocentrismo en lo valorable, jamás en la cosa. La
libertad y apertura intelectual nos puede enseñar caminos inexplorados, que
suelen ir de la mano de la ciencia y la técnica (quienes realmente nos
proporcionan las condiciones de vida y felicidad), pero también nos pueden
llevar al fango del pantano. Me gusta más este guiño: “noúmeno enfangado” que
el literal de “los colmillos del noúmeno”. Quizá tenga razón Nick Land cuando
habla de la teleoplexia de las cosas, nos pongamos como nos pongamos.
Estamos en el fusilamiento del imperativo categórico de
Kant, que trata de entroncar con la verdad última de nuestra existencia: la eutaxia,
no hay más. Estamos dejando al margen lo importante para atender lo necesario,
y todo lo primero es lo segundo, pero no viceversa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario