domingo, 30 de julio de 2023

DEMOS, MOLAR Y MOLECULAR

    Lo molar es aquello que define, la máquina que corta. Lo molecular es aquello que fluye que no tiene límites definidos, la máquina que emite. Es devenir, posibilidad, pero de nada sirve si no se transforma en molar.
Por poner un ejemplo, el famoso mayo del 68 fue una emisión de flujos muy criticado por la izquierda, y paradójicamente sus resultados fueron aprovechados por la derecha liberal, como la ley del aborto, Ley Veil de 1975, promulgada por Giscard d'Estaing. ¿Puede decirse que fue un triunfo de la izquierda? No, quizá del progresismo, pero, entonces la izquierda no es progresista. Difícil cuestión que sorteó Ernesto Laclau con su lógica populista, una postura que ha transformado la izquierda abandonando las posturas marxistas clásicas. ¿Es el marxismo un lastre para la izquierda? Pues se elimina y ya está. Torres más altas han caído.

    Molar y molecular son conceptos inseparables, no se transforman en una tercera opción, y por lo tanto no es un proceso dialéctico, entendido al modo de Hegel y Marx. Según Gilles Deleuze y Félix Guattari, creadores de estos conceptos, lo molecular se expresa continuamente, y lo molar tiene la posibilidad de cortarlo, es decir, de codificarlo o desecharlo.

    Con esto, quiero decir que España está en un momento de emisión de flujos (independencia, debates sobre el género y la sexualidad, veganismo, especismo, medio ambiente, okupas, manteros, transhumanismo, aceleracionismo, etc., pero lo importante es la posibilidad de traducción de todo ello al lenguaje molar. Dar rienda suelta a los flujos no nos asegura el progreso. Este término comenzó significando el avance en dirección al beneficio de la mayoría, pero hoy ha perdido su sentido teleológico, redefiniéndose como el derecho para cualquier vía de expresión. Estoy convencido de que estas molecularidades se harán molares cuando la mayoría (en este sentido “mayoría” expresa algo cuántico, lo siento Gilles) sea más pobre que el grupo social con ciertas posibilidades, y estamos muy cerca de ello. El progreso, entonces, sería satisfacer a todas las mayorías (en este caso sí aludo al sentido de “mayoría” de Deleuze como el conjunto de lo diverso). Veremos a ver si hay recursos para ello y si nuestro psiquismo y propia vida pueden tirar hacia adelante con la dinámica propuesta por gran parte de la nueva izquierda de que no es necesario para vivir ni trabajar ni producir. Si, a pesar de todo, esto se acepta y sucede lo peor, podría decirse que se ha ejercido la democracia, pero no que ha habido beneficio alguno, sino que a través de ella hemos llegado al desastre.

    Nos toca, pues, decidir lo más difícil: qué convertimos en molar. Como lo molar es estado, lo establecido, lo conservador, y lo molecular la progresía, lo suyo sería un pacto entre los dos partidos mayoritarios de estas tendencias, asumiendo pactos comunes y puntos de consenso. Pero como no tengo ninguna confianza en que el objetivo número uno de los políticos sea la comunidad, y sí los intereses de cada miembro, es preciso buscar otra solución, que puede suponer transmutar el sistema en otro en el que privilegie el pensamiento de cada cuál al voto partidista. Llamaré a esto democracia esencial, pues sería recuperar el sistema de decisión directa de la antigua Atenas.

    Mi propuesta para estos tiempos es constituir un estado presidencial cuyo ejecutivo esté compuesto por expertos en cada materia, grupos profesionales coordinados por un presidente del gobierno no afiliado a partido alguno (y único cargo sujeto a elección, si el sistema siguiese contando con un rey). Dicho presidente deberá dar cuenta periódicamente de su gestión, que será refrendada o no mediante consulta popular. El rey (o presidente de una república) sería el garante de que las cosas vayan por el camino molecular-molar que tienen que seguir y no tomen derroteros que supongan quemas de cosas, roturas de lunas y demás lindezas que ponen en práctica los que no las pagan. Aparte de la elección del presidente, la acción popular consistiría en marcar una serie de ítems que expresen la política de cada uno de nosotros prefiera, y la mayoría simple decidiría. Esta consulta sería vinculante. Ejemplos de preguntas podrían ser: tipo de estado; educación; vivienda; indigencia y precariedad; Europa y soberanía; industrialización; orden público y violencia, etc. Internet posibilita herramientas de respuesta rápida para ello. La ventaja de esto es que se obliga a la gente a formarse, a informarse, a pensar, y dejará de lado preferencias políticas emocionales y otras cuestiones que nos alejan del foco. Además, eliminando el quehacer político, tal y como hoy se entiende, recuperaríamos para diferentes profesiones a un número enorme de profesionales, y puede que algunos de ellos contribuyeran de forma más práctica y eficiente a la comunidad.

    Esta propuesta aunaría la tendencia izquierdista de Laclau, que caminó del marxismo a la democracia radical, y de los tecnócratas (liberales o comunistas), abarcando así la mayoría de las ideologías políticas. No se me escapa que la dificultad de este sistema radica en cómo evitar los lobbys y cómo se articularían los mecanismos de control de todo ello, pero estos problemas siempre están y estarán presentes en cualquier sistema. Merece la pena intentarlo, nos va mucho en ello.

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