En muchas ocasiones, las teorías no fallan por el sistema, sino por la correcta atribución de valores de verdad a las premisas. Por tanto, para construir un pensamiento bien estructurado hemos de cuidar dos aspectos:
- El primero, ajeno al sistema lógico, puede crear un sistema teórico con pies de barro. Estamos seguros de que muchas premisas son falsas (como: “llueve y no llueve”), pero es preciso establecer con cuidado el valor de verdad de la que no resultan tan claras, pues a la lógica le resulta indiferente que sean verdaderos o falsos, ya que siempre se ajustarán a un sistema argumental válido. Por ejemplo:
Todos los gatos son muy independientesMicifuz es un gatoMicifuz es muy independiente
Este argumento es formalmente válido, pero el valor de verdad que se ha dado a sus premisas no es congruente. Si echamos manzanilla a una cafetera, no tendrá ningún obstáculo en ofrecernos una excelente infusión, pero nunca será el café que buscamos.
- El segundo sí pertenece al ámbito estrictamente lógico. Como vemos, la “trampa” (denominada como falacia) puede estar en el valor de verdad que se haya asignado a las premisas, pero también es preciso no caer en trampas que el sistema lógico trata de presentar, ofreciendo como argumentos formalmente válidos los que no lo son. Si decimos:
Si llueve, se mojará el patioEl patio está mojadoEntonces llueve.
Resulta un sistema argumental no válido, pues el hecho de llover es condición suficiente, pero no necesaria para que el patio esté mojado (pues podemos haberlo mojado con una manguera). La afirmación de la consecuencia nos lleva a un sistema argumental no válido.
La lógica, pues, sirve para establecer las reglas linguísticas para la correcta expresión discursiva de los pensamientos, lo que permite: conseguir un conocimiento estructurado; desechar líneas argumentales deficientes; defenderse de las falacias (intencionadas o no) y construir sistemas argumentales complejos (teorías científicas formales o empíricas).
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