Es evidente que los grandes relatos están en horas bajas, pero no es menos evidente que han sido suplantados por la anfideología, es decir por aquellas teorías que contienen siempre el “meta”, el “pos”, la dialéctica (positiva o negativa). Es evidente que el relato no tiene fuerza sin, al menos, la sombra de su opuesto o complementario. Nada puede afirmarse ya con rotundidad. Menos mal que, como decía el filósofo: “no puedo definir el bien, pero sí se lo que es bueno”. La culpa, como siempre, la tiene Nietzsche.
Lo real y lo
material, han difuminado sus definiciones hasta no saber donde acaban y empieza
lo inexistente. Desde Platón estuvo claro el planteamiento dual, pero no el
anfibológico. Ha fracasado la regla (principios de no contradicción,
disyunción, tercio excluso). La cuestión es: ¿qué vamos a hacer con lo que
tenemos delante? Porque ahora hay más cosas reales que antes. Lo es un
unicornio, siempre que esté en su campo de sentido, como dice Markus Gabriel.
Le ha ido peor a lo material, que siempre tiene un ámbito menor que lo real. El
átomo ya no hace honor a su nombre; se ha ido convirtiendo en energía, hasta no
saber donde empieza la “materia”.
Ya no hay
principios éticos claros, sino diversos e intercambiables según coyuntura o
conveniencia. Véase si no el debate en torno a la biónica, bioética, el sexo,
el género, la igualdad, etc. Frente a los discursos hegemónicos, se cierne
ahora una realidad, siempre sospechosa y en tela de juicio. En este escenario
es donde nacen nuevas opciones que, en el fondo, son las viejas, a las cuales
siempre se vuelve cuando hay crisis, aunque con trajes más a la moda. Citemos
algunas de las principales tendencias de pensamiento actuales:
Negacionistas.-
La tierra es plana, las vacunas no hacen nada, y eso a pesar de que la ciencia ha
manejado sus postulados de forma clara y suficiente. Pero la ciencia es un
relato más, y por lo tanto, afectado de sospecha. No es que la ciencia sea una
tarea que cambia en base a sus experimentaciones y observaciones, es que tiene
tanto de verdad como de mentira. Esto se debe a Derrida y su fobia
logocentrista, pero antes de él a los constructivistas, para los que algo es
por negación de otra cosa. Un plátano es un no pera. La negación define a los
seres más que sus inmanencias.
Izquierdas
divagante y excéntrica.- Discursos de la izquierda que ya no son
programas político-económicos claros, nuevos y revolucionarios, sino un
conjunto de actividades performativas (artísticas, postureos, escraches, etc.)
y reivindicaciones de todo color y condición, juntándose no binarios, okupas,
desempleados, veganos, feministas, etc. Son aportaciones de: Laclau, Mouffe,
Podemos y, solo en parte, de Žižek. El antiguo lenguaje marxista, que guste o
no es la única alternativa real al sistema capitalista que ha tenido lugar, ha
perdido su relato.
Rojipardos.-
Me gusta llamar así a los individualistas anarco capitalistas, a personas de
izquierda que retornan al nacionalismo y al estado central fuerte, a los
espíritus libres que son mezcla abierta de posturas que van desde Von Mises a
Kropotkin, pasando por Franco, la hispanidad y el libertarismo. Casi nada.
Reconozco gente como Escohotado, Rallo y muchos líderes del nuevo PP,
Ciudadanos, Vox, socialdemócratas o el comunismo hispanista de Vanguardia
Española, con Santiago Armesilla a la cabeza. Algunos incluirán a la Escuela de
Oviedo, la mayor estructura filosófica de la historia de España, guste o no.
Aceleracionistas.-
Marx dijo que los ciclos dialécticos deben suceder, por lo que lo mejor es
favorecer, acelerar esos procesos para que llegue cuanto antes la ansiada
síntesis. Deleuze y Guattari dijeron lo mismo respecto al capitalismo y su
dinámica maquínica y emisora/cortadora de deseos, su desterritorialización. Entre
ellos hay dos tendencias: la de izquierda, dividida en dos subsecciones: la que
quiere aprovechar la tecnología del sistema capitalista para redistribuir sus
energías y recursos de forma equitativa y justa (Bifo Berardi) y la que aboga
por acelerar el capitalismo para que colapse por sus propias contradicciones (Srnizek
y Williams). Por otro lado está la derecha, que persigue acelerar el sistema
para llegar a la singularidad tecnológica, inevitable como proceso, en la que
las máquinas y el capitalismo funcionarán de forma autónoma a nuestro pesar,
llevando al hombre a una nueva dimensión biónica y maquínica, al pleno empleo y
a la máxima productividad (Nick Land).
Nueva
ilustración.- Adiós, Rousseau; hola de nuevo, Hobbes. No hay igualdad,
el hombre nace salvaje y hay que protegerle; el niño no es un haz de bondades
que hay que descubrir, y la felicidad no es el estado al que hay que llegar,
todo es eterna lucha para mantener el status de cada cual, el equilibrio entre
los mejores y los peores, la defensa de la libertad individual y de la
propiedad, y nada indica que la máxima “liberté, égalité, fraternité” haya sido
garantía de nada. No hay teleología (los procesos siguen un vector ascendente
de progreso, libertad y desarrollo), sino teleplexia (los procesos se
desarrollan a nuestro pesar y en cualquier dirección). Nueva Ilustración es un
término creado por Nick Land, el filósofo que, desde la Universidad de Warwick propició
el camino del aceleracionismo y el nuevo realismo, creando la CCRU (Unidad de
Investigación de Cultura Cibernética), una mezcla entre filosofía, narrativa
weird y ciencia ficción, con el universo literario de Lovecraft y sus
primigenios como referencia.
Escépticismo irónico.- Hablamos de
Rorty, el filósofo que ha reducido la filosofía a un debate más o menos
interesante, pero sin concederla la posibilidad de transformar nada realmente
ni tener un peso específico importante. Aunque no es afín a Rorty, debo incluir
aquí la “no filosofía” de Laruelle, donde las ideas se anfibolizan y la decisión
filosófica desaparece. La aplicación práctica de su filosofía queda clara en su
aserto: “muéstrame un ejemplo de ejemplo en este libro y renunciaré a él”, como
le dijo a Brassier. El colmo ha sido el ninguneo de la filosofía con los socialistas
en el poder (el mercadeo del Plan Bolonia tuvo el apoyo y beneplácito del Sr.
Gabilondo). Liberalismo, capitalismo y construyamos emprendedores, no
ciudadanos (lo tomo de Carlos Fernández Liria, muy acertado en este juicio).
Realismo especulativo.- El ser en sí,
sin nosotros, y la posibilidad de que aun sin sujeto, podamos conocerlo. En el
fondo, no es más que la búsqueda de lo que es real separándolo todo lo más
posible del subjetivismo humano, es decir, despegar las cosas del cordón
umbilical del sujeto (ardua tarea) para tener más o menos claro qué nos merece
dignidad; en otras palabras: qué cosas debemos o no tener en cuenta. Para Meillassoux,
la matemática es la vía, y el caos la necesaria facticidad de todo. Harman
aboga por una vía estética para conocer el ser, que se muestra y se esconde
como el martillo de Heidegger (a la vista y a la mano). Para Brassier lo será
la ciencia, separada de esa lacra llamada ser humano, evento que sucedió y que
desaparecerá, y para Hamilton-Grant, la mente humana es solo un pequeño proceso
de la producción infinita de la naturaleza. Ferraris habla de la inmendabilidad
de las cosas y Gabriel de que lo real lo es únicamente en su campo de sentido,
como ya he citado antes. Debo destacar el esfuerzo de nuevos filósofos como
Ernesto Castro, que buscan la dignidad de los entes en su carácter natural e
iterable.
Neorreaccionarios.-
Su ideario define a la democracia como un fracaso, nido de corrupción e
ineficacia, caldo en el que se mueven los zombies. Se protege a lo no exitoso
(entiéndase por éxito el no ser capaces de tirar hacia adelante en la vida). El
estado democrático (sinónimo de progresista y de izquierdas) es ineficaz y
corrupto, y debe ser una empresa, una corporación que, si no da servicio, debe
permitir a sus clientes y accionistas (los ciudadanos) que se salgan del
sistema y acudan a otras opciones privadas que den mejores resultados. Afirman
que los mejores tiempos de culturas colonizadas fueron los de dominación, y que
cuando se han liberado, ha surgido el caos y la barbarie en su seno. También
son racistas, por cuanto esgrimen el fracaso de ciertos colectivos raciales
frente al éxito de otros (en clara alusión a los negros y los judíos), en
cuanto a brecha salarial, éxito académico e índices de delincuencia. El
bloguero llamado Mencius Molbbug y Michael Anissimov son algunos de sus líderes
intelectuales.
En fin, que
estamos en la sopa que se forma de vez en cuando, en el eterno ciclo de cambio.
Habrá que definir cuáles serán los nuevos relatos hegemónicos (que los habrá,
sin duda, cuando la desesperación alcance límites intolerables). Esperemos que
no cueste muertos, dolor injusto e intolerable o la extinción de la especie. De
momento está causando desarraigo, precariedad y vulnerabilidad, y la familia y
la fertilidad se encuentran en horas bajas. Esperemos que toda la humanidad no
se sienta en breve en cuerpos equivocados, porque lo llevaremos claro.
¿Qué respeto le
profesaremos a lo que es? ¿Qué será, por tanto, legítimo destruir o transformar?
Estas son las preguntas, porque ontología, estética y epistemología desembocan
indefectiblemente en pura ética.
Nada más y
nada menos. Me recuerda a Blade Runner, Terminator, y a las pastillas roja y
azul de Matrix. Tras insistir con el cine de catástrofes estadounidense,
acabaron derribando las torres gemelas. Si es que nos lo buscamos solitos.
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