lunes, 16 de mayo de 2022

LA SOPA ANFIBÓLICA

Es evidente que los grandes relatos están en horas bajas, pero no es menos evidente que han sido suplantados por la anfideología, es decir por aquellas teorías que contienen siempre el “meta”, el “pos”, la dialéctica (positiva o negativa). Es evidente que el relato no tiene fuerza sin, al menos, la sombra de su opuesto o complementario. Nada puede afirmarse ya con rotundidad. Menos mal que, como decía el filósofo: “no puedo definir el bien, pero sí se lo que es bueno”. La culpa, como siempre, la tiene Nietzsche.

Lo real y lo material, han difuminado sus definiciones hasta no saber donde acaban y empieza lo inexistente. Desde Platón estuvo claro el planteamiento dual, pero no el anfibológico. Ha fracasado la regla (principios de no contradicción, disyunción, tercio excluso). La cuestión es: ¿qué vamos a hacer con lo que tenemos delante? Porque ahora hay más cosas reales que antes. Lo es un unicornio, siempre que esté en su campo de sentido, como dice Markus Gabriel. Le ha ido peor a lo material, que siempre tiene un ámbito menor que lo real. El átomo ya no hace honor a su nombre; se ha ido convirtiendo en energía, hasta no saber donde empieza la “materia”.

Ya no hay principios éticos claros, sino diversos e intercambiables según coyuntura o conveniencia. Véase si no el debate en torno a la biónica, bioética, el sexo, el género, la igualdad, etc. Frente a los discursos hegemónicos, se cierne ahora una realidad, siempre sospechosa y en tela de juicio. En este escenario es donde nacen nuevas opciones que, en el fondo, son las viejas, a las cuales siempre se vuelve cuando hay crisis, aunque con trajes más a la moda. Citemos algunas de las principales tendencias de pensamiento actuales:

Negacionistas.- La tierra es plana, las vacunas no hacen nada, y eso a pesar de que la ciencia ha manejado sus postulados de forma clara y suficiente. Pero la ciencia es un relato más, y por lo tanto, afectado de sospecha. No es que la ciencia sea una tarea que cambia en base a sus experimentaciones y observaciones, es que tiene tanto de verdad como de mentira. Esto se debe a Derrida y su fobia logocentrista, pero antes de él a los constructivistas, para los que algo es por negación de otra cosa. Un plátano es un no pera. La negación define a los seres más que sus inmanencias.

Izquierdas divagante y excéntrica.- Discursos de la izquierda que ya no son programas político-económicos claros, nuevos y revolucionarios, sino un conjunto de actividades performativas (artísticas, postureos, escraches, etc.) y reivindicaciones de todo color y condición, juntándose no binarios, okupas, desempleados, veganos, feministas, etc. Son aportaciones de: Laclau, Mouffe, Podemos y, solo en parte, de Žižek. El antiguo lenguaje marxista, que guste o no es la única alternativa real al sistema capitalista que ha tenido lugar, ha perdido su relato.

Rojipardos.- Me gusta llamar así a los individualistas anarco capitalistas, a personas de izquierda que retornan al nacionalismo y al estado central fuerte, a los espíritus libres que son mezcla abierta de posturas que van desde Von Mises a Kropotkin, pasando por Franco, la hispanidad y el libertarismo. Casi nada. Reconozco gente como Escohotado, Rallo y muchos líderes del nuevo PP, Ciudadanos, Vox, socialdemócratas o el comunismo hispanista de Vanguardia Española, con Santiago Armesilla a la cabeza. Algunos incluirán a la Escuela de Oviedo, la mayor estructura filosófica de la historia de España, guste o no.

Aceleracionistas.- Marx dijo que los ciclos dialécticos deben suceder, por lo que lo mejor es favorecer, acelerar esos procesos para que llegue cuanto antes la ansiada síntesis. Deleuze y Guattari dijeron lo mismo respecto al capitalismo y su dinámica maquínica y emisora/cortadora de deseos, su desterritorialización. Entre ellos hay dos tendencias: la de izquierda, dividida en dos subsecciones: la que quiere aprovechar la tecnología del sistema capitalista para redistribuir sus energías y recursos de forma equitativa y justa (Bifo Berardi) y la que aboga por acelerar el capitalismo para que colapse por sus propias contradicciones (Srnizek y Williams). Por otro lado está la derecha, que persigue acelerar el sistema para llegar a la singularidad tecnológica, inevitable como proceso, en la que las máquinas y el capitalismo funcionarán de forma autónoma a nuestro pesar, llevando al hombre a una nueva dimensión biónica y maquínica, al pleno empleo y a la máxima productividad (Nick Land).

Nueva ilustración.- Adiós, Rousseau; hola de nuevo, Hobbes. No hay igualdad, el hombre nace salvaje y hay que protegerle; el niño no es un haz de bondades que hay que descubrir, y la felicidad no es el estado al que hay que llegar, todo es eterna lucha para mantener el status de cada cual, el equilibrio entre los mejores y los peores, la defensa de la libertad individual y de la propiedad, y nada indica que la máxima “liberté, égalité, fraternité” haya sido garantía de nada. No hay teleología (los procesos siguen un vector ascendente de progreso, libertad y desarrollo), sino teleplexia (los procesos se desarrollan a nuestro pesar y en cualquier dirección). Nueva Ilustración es un término creado por Nick Land, el filósofo que, desde la Universidad de Warwick propició el camino del aceleracionismo y el nuevo realismo, creando la CCRU (Unidad de Investigación de Cultura Cibernética), una mezcla entre filosofía, narrativa weird y ciencia ficción, con el universo literario de Lovecraft y sus primigenios como referencia.

Escépticismo irónico.- Hablamos de Rorty, el filósofo que ha reducido la filosofía a un debate más o menos interesante, pero sin concederla la posibilidad de transformar nada realmente ni tener un peso específico importante. Aunque no es afín a Rorty, debo incluir aquí la “no filosofía” de Laruelle, donde las ideas se anfibolizan y la decisión filosófica desaparece. La aplicación práctica de su filosofía queda clara en su aserto: “muéstrame un ejemplo de ejemplo en este libro y renunciaré a él”, como le dijo a Brassier. El colmo ha sido el ninguneo de la filosofía con los socialistas en el poder (el mercadeo del Plan Bolonia tuvo el apoyo y beneplácito del Sr. Gabilondo). Liberalismo, capitalismo y construyamos emprendedores, no ciudadanos (lo tomo de Carlos Fernández Liria, muy acertado en este juicio).

Realismo especulativo.- El ser en sí, sin nosotros, y la posibilidad de que aun sin sujeto, podamos conocerlo. En el fondo, no es más que la búsqueda de lo que es real separándolo todo lo más posible del subjetivismo humano, es decir, despegar las cosas del cordón umbilical del sujeto (ardua tarea) para tener más o menos claro qué nos merece dignidad; en otras palabras: qué cosas debemos o no tener en cuenta. Para Meillassoux, la matemática es la vía, y el caos la necesaria facticidad de todo. Harman aboga por una vía estética para conocer el ser, que se muestra y se esconde como el martillo de Heidegger (a la vista y a la mano). Para Brassier lo será la ciencia, separada de esa lacra llamada ser humano, evento que sucedió y que desaparecerá, y para Hamilton-Grant, la mente humana es solo un pequeño proceso de la producción infinita de la naturaleza. Ferraris habla de la inmendabilidad de las cosas y Gabriel de que lo real lo es únicamente en su campo de sentido, como ya he citado antes. Debo destacar el esfuerzo de nuevos filósofos como Ernesto Castro, que buscan la dignidad de los entes en su carácter natural e iterable.

Neorreaccionarios.- Su ideario define a la democracia como un fracaso, nido de corrupción e ineficacia, caldo en el que se mueven los zombies. Se protege a lo no exitoso (entiéndase por éxito el no ser capaces de tirar hacia adelante en la vida). El estado democrático (sinónimo de progresista y de izquierdas) es ineficaz y corrupto, y debe ser una empresa, una corporación que, si no da servicio, debe permitir a sus clientes y accionistas (los ciudadanos) que se salgan del sistema y acudan a otras opciones privadas que den mejores resultados. Afirman que los mejores tiempos de culturas colonizadas fueron los de dominación, y que cuando se han liberado, ha surgido el caos y la barbarie en su seno. También son racistas, por cuanto esgrimen el fracaso de ciertos colectivos raciales frente al éxito de otros (en clara alusión a los negros y los judíos), en cuanto a brecha salarial, éxito académico e índices de delincuencia. El bloguero llamado Mencius Molbbug y Michael Anissimov son algunos de sus líderes intelectuales.

En fin, que estamos en la sopa que se forma de vez en cuando, en el eterno ciclo de cambio. Habrá que definir cuáles serán los nuevos relatos hegemónicos (que los habrá, sin duda, cuando la desesperación alcance límites intolerables). Esperemos que no cueste muertos, dolor injusto e intolerable o la extinción de la especie. De momento está causando desarraigo, precariedad y vulnerabilidad, y la familia y la fertilidad se encuentran en horas bajas. Esperemos que toda la humanidad no se sienta en breve en cuerpos equivocados, porque lo llevaremos claro.

¿Qué respeto le profesaremos a lo que es? ¿Qué será, por tanto, legítimo destruir o transformar? Estas son las preguntas, porque ontología, estética y epistemología desembocan indefectiblemente en pura ética.

Nada más y nada menos. Me recuerda a Blade Runner, Terminator, y a las pastillas roja y azul de Matrix. Tras insistir con el cine de catástrofes estadounidense, acabaron derribando las torres gemelas. Si es que nos lo buscamos solitos.

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