domingo, 7 de junio de 2020

PARMÉNIDES LA LIÓ PARDA

Parménides la lió parda en el siglo VI a. C. y, con toda nuestra ciencia y conocimiento, a estas alturas aun no hemos sabido escapar de su planteamiento.
Somos porque aquí estamos, porque nos percibimos, y no solo porque pensemos, que también. El ser es lo que podemos percibir, y será por sí mismo, independientemente de nuestra intervención, seguramente, pero hasta que no tengamos forma de percibirlo o pensarlo, tanto más nos da, nada podemos hacer hasta tener conexión con éste.

El ser, es decir, lo que es el caso, es la bondad, España, Cataluña, la justicia, etc. Cada uno de estos seres, percibido desde algún punto de vista, de alguna peculiar manera. Dice Markus Gabriel que el Vesubio puede ser visto desde Sorrento por una persona, desde Nápoles por ti y por mí. De este modo hay cuatro realidades: el Vesubio, el Vesubio del observador de Sorrento, el mío y el tuyo. Cuatro realidades. Por otro lado, decía Gadamer que la comprensión de algo tiene tres fases: su entendimiento, su interpretación y su aplicación.

Es decir, que el ser será sí o sí, pero tendrá algún sentido, importancia y significado para nosotros únicamente en la medida de que sea conocido y tenido en cuenta, valorado.
Así pues, ¿realismo? Claro que sí. Hay cosas fuera de nuestra cabeza, ya que de vez en cuando nos dan en los morros y tenemos el gusto de conocerlas. El idealismo es, pues, una postura que se me antoja prepotente y, por tanto, peligrosa. Dejemos que el mundo nos muestre su ser cuando lo tenga a bien y no seamos causa de su fin.

Cinco características del ser:
· No es perfecto.
· No es omni.
· Es, pero puede que deje de serlo.
· No tiene por qué ser de manera alguna. Nuestras construcciones morales son herramientas para la supervivencia o mejor convivencia.
· No todas las cosas están conectadas; muchas sí, pero no todas.

El momento de tiranía del subjetivismo que ha traído lo postmoderno ha tratado de soslayarse con el realismo especulativo. Como dice Meillassoux en Después de la finitud: “Cuanto mejor armado está el pensamiento contra el dogmatismo, mas desguarnecido parece estar contra el fanatismo”.

El intento va en la buena dirección: salir de nosotros como medida de todas las cosas, pero los fundamentos explicativos para conectar con el ser en sí, aunque trabajados ad nauseam, caen en los mismos escenarios de las que pretende escapar. Me explico: no es posible afirmar que todo es contingente salvo la propia contingencia, que es necesaria (Meillassoux). Si admitimos la paradoja de Russell, no tiene por qué salir de esa dinámica la contingencia. Se hubiera podido salvar la frase sustituyendo “necesaria” por “suficiente”. Por otra parte, Hartman explica de forma poco convincente como un ente puede hacer simbiosis con otros y cambiar por ello sin conformar algo nuevo y sin que ninguno pierda su individualidad.

Por último, tanto la matemática como la ciencia o la estética no son más que construcciones mentales humanas, por lo que el abandono del correlaccionismo es más que relativo. Sus explicaciones más bien parecen buscar un arché cognitivo, vuelta al hilozoísmo jónico, pero a la contemporánea.
No es posible que conozcamos nada con herramientas que no tenemos, solo tenemos nuestro cerebro, herramienta a la mano y a la vista. No obstante, ánimo y adelante; se está consiguiendo reconocer y dignificar la individuación de los entes independientemente de nosotros, y aunque no sean esféricos, eternos e inmutables, Parménides: la liaste parda.

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